top of page

Construcción Natural

en Comunidad Cooperativa La Minga

 

 

En La Minga desarrollamos el oficio de la “bioconstrucción” o “construcción natural” desde el año 2009, comprendiéndolo como un conjunto de técnicas, materiales, herramientas y organización del trabajo, que se relacionan lo más armónicamente posible con el entorno y el medio ambiente. Saberes ancestrales al respecto nos acompañan en este propósito de construirnos nuestras propias viviendas, no solo sin perturbar a la madre naturaleza sino acompañándola, reverenciándola.

Para ello utilizamos el material natural por excelencia, ese que el ser humano escoge para edificar desde hace más de 12.000 años y que hoy en día, año 2013, alberga a casi la mitad de la población mundial: la tierra.

 

La obtención de casi la totalidad de los materiales también acompaña ésta búsqueda:

  • La tierra que utilizamos proviene de excavaciones que hacemos muy cercanas a las viviendas y que una vez concluida la obra son utilizadas para propósitos que competen al uso de la vivienda misma (como ser: cámara sépticas, lechos nitrificantes, cisternas de almacenamiento de agua,  zanjas de regadío, biodigestores, etc.) y a propiciar micro-ecosistemas dentro del terreno que favorecen a la flora y fauna nativa del lugar (pequeños humedales y lagunitas donde se desarrollan todo tipo de seres vivos, todos beneficiosos al ecosistema general del barrio).

  • La paja la recolectamos de las viviendas de los vecinos que amablemente se acercan a ofrecerla o que nos permiten rastrillarla y llevarla para este fin. Evitamos así quemas innecesarias de pastos verdes que humean el vecindario causando, por lo menos, molestias a los vecinos cercanos, siendo en épocas de sequía potenciales incendios.

  • Las ramas que nos sirven de esqueleto para muros y techos y para alimentar nuestra calefacción y hornos, las recolectamos en la época de podas y así aportamos a la limpieza de las calles del barrio de manera casi instantánea, aliviando así la ardua tarea de recolección por parte del municipio y ahorrando el subsiguiente traslado de la misma.

  • El agua, desde un principio, la obtenemos mediante una perforación en el suelo hasta las napas subterráneas. Sin embargo ya planificamos la recuperación del agua de lluvia y su posterior tratamiento casero de potabilización para consumo familiar en una de nuestras viviendas.

  • La bosta que usamos en las mezclas como aditivo contra la retracción propia de la arcilla, la juntamos de tambos de vecinos del barrio aportando al mantenimiento del espacio, en un enriquecedor intercambio con los dueños de los animales.

 

El trabajo de estos materiales se realiza con herramientas de mano muy básicas (palas, horquilla, tridentes, baldes, carretillas, etc.) y accesibles (económica y técnicamente) a cualquier persona capaz de usarlas. Esto fue de vital importancia para nosotros y es una característica clave del oficio: su fácil acceso a todo el mundo. Invita al trabajo familiar y comunitario, donde cada individuo aporta acorde a sus capacidades. Desde los más pequeños transportando paja hasta los más ancianos cuidando detalles de todo tipo; desde los jóvenes enérgicos y fuertes a los adultos cautos y previsores. Todos tenemos un lugar en la obra en construcción con materiales naturales. Basta con la presencia de una persona con  conocimientos suficientes (que se aprenden luego haber hecho una casa) y con ganas de transmitirlos. Las instrucciones necesarias para quien ignora la técnica a emplear son sencillas y se aprenden en el momento. Así, con un día de reunión para el trabajo, cualquier persona o familia hace crecer su hogar con la presencia de seres queridos.

 

El uso de maquinarias, si bien agiliza tramos de la obra, no es indispensable, lo que torna al oficio accesible a las personas de poco o nulo poder económico por dos razones fundamentales: no es indispensable la energía eléctrica y las herramientas que se usan son fáciles de “prestar”. Cualquier vecino de buena gana brinda una pala de punta o un machete…

Incluso, la aplicación de revoques o la preparación de ladrillos crudos o muros, se hace con las manos directamente, sin mediar cuchara de albañil alguna. Esto acerca el trabajo al juego, e invita a cualquiera a participar.

 

Un punto muy importante que tenemos en cuenta como virtud del oficio es que no se producen desechos en ninguna de las etapas de la construcción:

  • En La Minga no se cuece el barro salvo en excepciones inevitables. Esto ahorra a la atmósfera el dióxido de carbono propio de la combustión de la leña y la leña misma, evitando así el desmonte de árboles nativos. Compramos para hacer algunos de los cimientos que hicimos, hasta el momento, entre un %2 y un %5 de los ladrillos cocidos utilizados en una casa de albañilería moderna.

  • Con aleros largos y buenos revoques, en la zona pampeana, aseguramos la conservación del material y, por ende, de las estructuras. Incluso en situaciones de extrema exposición a las inclemencias climáticas (chimeneas, paredes medianeras, etc.) existen un sinfín de aditivos y recursos para mejorar las mezclas y hacerlas más resistentes. Ninguna produce desechos.  

  • El material sobrante se vuelve a reutilizar más adelante o se utiliza para otros fines: la paja que sobra sirve para bancales en la huerta, la tierra para nivelar, las ramas para cercos, etc.

  • Donde se armó la “cancha” de mezclado y pisado del barro, días después, brotan nuevamente los pastos que habían sido tapados por el material. Prueba inmejorable de la armonía con el medio.

 

Algo que parece insignificante pero que no lo es para nada, es la sensación agradable

al tacto del material. Luego de manipular al “adobe” (o “barro” como le llamamos a

la mezcla) las manos no quedan coartadas o resecas. Más bien se siente agradable y

dan ganas de usar toda la mano en la labor. Pensemos que en verano se mezcla y se

pisa el “barro” con los pies descalzos, ¡qué niño no querrá ayudar a mezclar el material!

¡y qué adulto se resistirá a jugar con el barro! Hemos convencido a más de un amigo en

venir a darnos una mano con esta excusa.

Ahondando con más seriedad en el asunto, es de conocimiento común y de la más alta

medicina mundial la capacidad curativa de la arcilla… pensemos que estamos

manipulando medicina cuando “bolseamos” con las palmas de las manos los revoques

y cuando los emparejamos. No es un dato menor.

 

Cualquier arquitecto sabe que el confort de un ser humano se da entre los 18°C y los 24°C y alrededor de un 50% de humedad ambiente. Ambos objetivos se cumplen a la perfección en una casa de tierra bien diseñada. La tierra es el material térmico por excelencia. Y además nos permite elaborar aislaciones con fibras vegetales sin ningún costo y con el máximo en resultados, gracias a su capacidad de perpetuar las sustancias orgánicas en la mezcla. Por otro lado, el barro una vez seco, mantiene la porosidad necesaria para regular la humedad dentro de las viviendas como ningún otro material puede hacerlo. Esto nos asegura que las bacterias patógenas para el ser humano, que se desarrollan con más facilidad pasado el 70% de humedad ambiente, no serán un problema para las personas que lo habitan. Aseguramos que los más altos niveles de confort se pueden alcanzar con materiales naturales por quien domina el oficio, y sin contaminar el ambiente en el intento.

 

No es vano, entonces, el esfuerzo por calcular cuánto inciden los materiales y las técnicas que conforman nuestros hogares en nuestra cotidianeidad, y cómo éstos hacen, al fin, a la calidad de vida de la población en general. Incluso podríamos pensar cuántos recursos se destinan en materia de Salud a nivel municipal, provincial y nacional que podrían ser reinvertidos si todos habitáramos casas de barro.  Tampoco es vano el esfuerzo por alcanzar la sabiduría necesaria para dominar el oficio en pos de este objetivo: mejorar nuestra vida.

 

Para ello trabajamos día atrás día en Comunidad Cooperativa La Minga. Vamos tras el saber que nos da la experiencia y tras la experiencia que nos da el hacer. Por eso, tanto en lo que hace a la bioconstrucción como en otras áreas de la vida, estamos permanentemente experimentando y aprendiendo desde nuestros comienzos. Si bien el saber nunca es suficiente, nos ha permitido hacernos nuestras casas y vivirlas con toda alegría y orgullo. Sabemos que esto recién empieza, que cuatro años “no es nada”, que son un comienzo y que tenemos un infinito de experiencias por delante.

 

Esperamos contar con la presencia de quien quiera compartirnos su conocimiento o bien interiorizarse en el tema y desentrañar dudas. Son muchos los prejuicios que se han ido implantando en la sociedad con respecto a las “casas de barro”. Cada uno de nosotros los ha tenido que romper uno por uno. Desde “los tres chanchitos” al Mal de Chagas, hay muchos miedos que llevamos dentro cuando encaramos este camino, que sólo sirven para enturbiar la sabiduría y el instinto natural del hombre, y que están lejísimos de la verdad.  Aclarar no oscurece, aclara.

 

 

enlaces:
bottom of page